En nuestra comunidad educativa, el acoso escolar es uno de los principales efectos de los mecanismos de desconexión moral. Una de las realidades más desoladoras del bullying es el caer en la cuenta de que muchos estudiantes que conocemos, que sabemos que no son malos, que tienen buenas intenciones, de pronto hayan estado involucrados en agresiones sistemáticas contra uno o más de sus compañeros de clase; que hayan visto el sufrimiento del otro, volteado la mirada o participado con una sonrisa en el rostro. "No puedo creer que él haya sido capaz de hacer esto, que ella no haya dicho nada".

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Para comprender mejor  esta situación, debemos entender que, como afirman Johnson y Buckley (2015), los mecanismos de desconexión moral funcionan no solo desde el ámbito individual, sino desde el cutural y organizacional. Ellos hallaron que dos de los factores mediadores son la proximidad interpersonal y el poder organizacional. 

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Por otro lado, una investigación realizada con estudiantes italianos encontró que la culpa tiene una asociación negativa con el bullying y positiva con la defensa; además, que la desconexión moral aumenta el bullying y reduce las conductas de defensa.

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Un estudio, realizado en Suecia, halló que la justificación moral y la culpabilización de la víctima se asocian positivamente con la conducta de bullying, mientras que el lenguaje eufemista y la comparación ventajosa no tenían relación alguna con la conducta de bullying. La justificación moral, que interpreta el acto como bueno, podría generar incluso sentimientos placenteros en el sujeto, como el orgullo y aprobación personal. Por último, se afirmó que hay una relación negativa entre las conductas de defensa de la víctima con los mecanismos de difusión de responsabilidad y culpabilización de la víctima.

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¿Qué sucede con el resto de miembros de la comunidad? ¿Cuáles son los mecanismos que empleamos para evitar actuar sobre los signos de alerta y esperar muchas veces que sucedan terribles episodios de violencia?

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